Quiero algunos buenos amigos que sean tan familiares como la vida misma; amigos con los que no haya necesidad de ser cortés y que me cuenten todas sus dificultades; amigos capaces de citar a Aristóteles y de contar cuentos subidos de color; amigos que sean espiritualmente ricos y que puedan hablar de obscenidades y de filosofía con el mismo candor; amigos que tengan aficiones y opiniones definidas sobre las cosas, que tengan sus creencias y respeten las mías.

sábado, 21 de agosto de 2010

Una leyenda viva.


Cuando me contaron esta historia, la verdad, pensé que me estaban tomando el pelo, o como mínimo, la estaban adornando con un halo de fantasía debido a que mi interlocutor, viejo lobo de mar, quería impresionarme con una de esas fantásticas fábulas que, a ciencia cierta, sabía que despertaban poderosamente mi interés.
- Es tan real como que ahora estoy aquí sentado frente a tí.
Al llegar a casa me faltó tiempo para sentarme frente al ordenador, aunque incrédula, quería comprobar la veracidad de lo que me había contado, de ser cierto, me convertía automáticamente en contemporánea de una leyenda viva, en conocedora a tiempo real de alguien único en el mundo.



Todos ustedes sabrán la labor que desempeñan los prácticos de puerto, en esencia son capitanes de la marina mercante que asesoran a los capitanes de los buques en las maniobras de entrada y la salida de los puertos y otros lugares que debido a las necesidades en la seguridad se hacen necesarios. Esta necesidad se justifica porque por muy detallados que sean los portulanos y derroteros, nunca podrán expresar los detalles que en un momento determinado pueden llegar a ser de importancia capital, además de las variaciones y eventualidades que pueden surgir en la costa y en las condiciones particulares de cada puerto. La palabra "práctico" proviene del holandés "peilen" que significa medir y "loot" cuyo significado es escandallo, que hacen referencia al navegar por lugares difíciles con la sonda siempre a mano, con el objeto de tener constancia permanente de la profundidad del agua bajo la quilla del barco. Exceptuando a España que usa la voz "práctico", el resto de naciones usa la conocida expresión "piloto" en sus diferentes modalidades idiomáticas. De sobra es sabido que el práctico se acerca al buque desde su boat pilot y estando ambos barcos en movimiento accede al mayor a través de una escala bastante inestable, un riesgo que se incrementa con los posibles golpes de mar y las desavenencias climatológicas del momento.



Pues bien, al Noreste de Brasil se encuentra el puerto de Aracaju, capital del Estado de Sergipe, y allí se desarrolla la historia de José Martins Riveiro Nunes, "Ze piexe" (José pez),como todos lo conocen y que según tengo entendido, al menos hasta hace tres años, seguía prestando sus servicios como práctico de ese puerto.
Lo verdaderamente llamativo, sorprendente, prodigioso, extraordinario, completamente singular, me quedo sin calificativos al respecto, diría yo hasta que completamente surrealista; es en las particulares condiciones que ha ejercido durante tantos años su profesión.
Por radio se entera de la llegada de un nuevo barco a Aracaju y se pone de acuerdo con el capitán de la nave en esperarlo a tal o cual hora a la altura de una boya, que la marina brasileña mantiene 8 millas mar adentro (unos 12 kilómetros ), frente a la playa de Atalaia. Y hacia allí es que se lanza nadando con la tranquilidad que proporciona la rutina, este increíble hombre casi octogenario. Cuando por fin alcanza el meeting point, trepa al artefacto flotante, se aferra a él y espera zarandeado por el oleaje que el mercante que solicitó sus servicios aparezca por el horizonte. Claro que, en ocasiones, llega con retraso... y entonces la cosa se pone fea; al menos, se pondría fea para cualquier mortal en su sano juicio. Porque para Zé Peixe, en esos casos, la cosa sólo se pone incómoda. "He llegado a pasar noches enteras sentado en la boya", dice con naturalidad, "pero atado a un cabo", añade, como quitando importancia a la hazaña.


Cuando sube a bordo de un buque, en medio de cascos de protección, radioteléfonos y sistemas y navegación computarizados, Zé Peixe asemeja un cangrejo en una central nuclear. Lo primero que hacen los marineros es mirarle a los pies, para comprobar la veracidad de la leyenda: él siempre va descalzo. Pero el momento cumbre, el espectáculo que esperan con ansiedad las tripulaciones de todos los navíos que zarpan del puerto de Aracaju tiene lugar en alta mar, fuera ya de los escollos y corrientes de la bocana. Zé Peixe se encarama a la estructura de hierro a estribor del puente de mando, a unos 15 metros del agua, y salta. Salta como un pez volador, con los brazos extendidos hacia atrás -para mantener el equilibrio y alejarme lo más posible del casco, al más puro estilo de los clavidistas de Acapulco. En el océano, más que nadar, se abre paso furiosamente a través de las olas, se orienta casi a ciegas; pocas veces mira hacia delante, hacia la costa. Porque no tiene tiempo. " Tengo que nadar sin parar ni un instante, de lo contrario jamás llegaría a tierra". Cuando le arrastra una mala corriente, tiene ante sí un maratón de 12 a 14 kilómetros.
Zé Peixe sigue viviendo en la casa, encalada de blanco, donde nació, apenas una cabañita de pescadores construida hace 150 años. Sobre una pared desconchada ha fijado con chincheta fotos de antiguos veleros como los que atracaban en su Aracaju del alma cuando era pequeño. Los únicos muebles que posee, tres alacenas, también están llenos de recuerdos: recortes de prensa donde se mencionan sus hazañas y cartas de admiradores. Su primera medalla por un salvamento la obtuvo en 1963. En aquella ocasión, un petrolero se incendió en el puerto de Aracaju y su tripulación había saltado por la borda. Ante el peligro de que se produjera una explosión frente a la ciudad, Zé Peixe escaló a bordo y condujo la antorcha flotante hacia mar abierto. A 18 kilómetros de la costa abandonó el buque a las olas, hizo su famoso salto estilo Acapulco y comenzó a nadar de regreso. Tocó tierra 5 horas más tarde.



Yo he flipado en colorines, nunca hubiese podido imaginar que algo así pudiera ser cierto, pero lo es, imagino la cara de esa tripulación presenciando semejante escena.
Crealo o No... en el Noreste de Brasil, José Martins Ribeiro se ha convertido en una figura de culto: le invitan a programas de radio y televisión, los ricachones bautizan yates con su nombre, los almirantes de la armada le dan tratamiento de "excelencia"...
Es una leyenda viva con nombre y apellido, un hombre excepcional con un mérito superlativo en el trabajo y del que bien podían aprender, por ejemplo, algunos controladores aéreos en nuestro país que se ponen en masa de baja alegando stress laboral, jajajajaja.

Conózcanlo, aunque el reportaje está en su idioma natal se entiende bastante bien:



lunes, 16 de agosto de 2010

En el seno de la corriente.



Los alisios son vientos regulares y moderados que soplan sobre casi la mitad del globo, son cálidos y secos en origen pero los que atraviesan las extensiones oceánicas se cargan de humedad y se refrescan. Para la climatología de las islas son fundamentales ya que Canarias se ubica en las proximidades del Trópico de Cáncer y a menos de 100 Km de distancia del continente africano por lo que si dejara de protegernos, el archipiélago quedaría completamente expuesto a las influencias del desierto cercano. Gracias a que estas islas se hayan en el seno de la corriente de los vientos alisios disfrutamos durante todo el año de una temperatura primaveral, sin cambios pronunciados al pasar de una estación a otra y manteniendo una media de 24º, salvo excepciones...
La semana pasada el alisio dejó de soplar durante varios días y nos moríamos de calor, de fatiga, con una sensasión intermitente de desvanecimiento y sopor que resultaba agobiante. No sé cuántos litros de agua consumimos en esos días pero fueron muchos, agua para beber, para ducharse cada 4-5 horas, para refrescar los suelos, para hacer cubitos de hielo...
El aire caliente y el astro rey brillando con todo su esplendor hacían echar humo a los termómetros de la calle, 40º a la sombra, una temperatura insufrible a la que no estamos habituados por aquí, al contrario que en algunas provincias de Andalucia, donde cada verano se repiten. Vivir junto al mar para mí es una suerte que se convierte en auténtico privilegio en éstos y otros muchos momentos, recibir la escasa brisa en la cara mientras te sientas en la orilla y dejas que el devenir de las olas te humedezca por completo es como sentir que te vuelve el alma al cuerpo, es como firmar una tregua con el enemigo, es como beber agua fresca de un arrollo cuando estás sediento...
Mientras camino por la arena con este implacable calor me pregunto si los dromedarios que están ahí delante echados se sentirán como yo, o si por el contrario, se estarán riendo para sus adentros de nosotros, débiles humanos que estamos casi derritiéndonos mientras ellos, inmutables y con la mayor placidez del mundo ven pasar las horas como el que está tumbado bajo una palmera datilera en el más frondoso de los oasis.
Ya han vuelto los alisios, fieles compañeros a soplar, despertándonos suavemente de esa incómoda somnolencia.



lunes, 2 de agosto de 2010

Para muestra, un botón.


Betanzos... un pueblo con encanto.


Después de algo más de dos horas de vuelo empiezo a divisar la silueta norte de la isla de Lanzarote, comienzo impaciente con la vista reconociendo desde lo alto la Graciosa, los Roques, el aeropuerto de Guacimeta con la pista completamente paralela al mar; cruzamos el estrecho de la Bocaina rumbo directo a Fuerteventura. Bordeando el litoral noreste de la isla mis pupilas se pasean impacientes por la gran extensión de arena del Parque Natural, brota una sonrisa y pienso: mi casa está ahí abajo. Siento confort y me identifico en perfecta armonía con el paisaje. Vuelvo satisfecha de mis vacaciones.
Vacaciones que han transcurrido según mis expectativas previas.
He conseguido acabar el tramo del camino de Santiago que me había propuesto con sacrificio incluido, porque andar bajo un sol de justicia y con 37º de temperatura ambiente, las manos hinchadas y la sensasión de que en cualquier momento me iba a desmayar, no hizo más que incrementar el gozo que sentí al pisar la Plaza del Obradoiro y sentarme en el suelo ante la Catedral. Un éxtasis equiparable a muy pocos.
He podido estar presente una vez más en la "Feira Medieval" que se celebra cada año el segundo fin de semana de Julio en Betanzos. Artesanos, espectáculos de cetrería, torneos a caballo, buena comida y mejor bebida... He visitado el monasterio de Caaveiro inmerso en Las Fragas del Eume un enclave paradisiaco como tantos otros que hay en Galicia. He descubierto nuevos Pazos, como el de Vilamarín en la provincia de Ourense, que me pareció majestuoso y en perfecto estado de conservación. He conocido personalmente a María Jesús y a Hargos. Con la primera compartimos mesa y mantel en su jardín bajo la sombra refrescante de uno de sus aboles. Muchísimas gracias querida amiga por agasajarnos con tanta hospitalidad y atención, me siento en deuda contigo. Con el segundo compartimos café en un lugar precioso, en el bajo del Pazo de Lanzós y justo frente a la iglesia de Santiago en Betanzos. Un rato de conversación fue suficiente para descubrirnos un poco más. Me queda un grato recuerdo de ambos encuentros. En fin, que una vez más Galicia ha colmado con creces mi temporada estival, porque esa tierra singular engloba olores a humedad, a mar, sabores a cocidos, pescados y mariscos, a quesos y a vinos... Galicia es historia, mitos, leyendas, cuentos, tradiciones. Galicia es mucho más que un sentimiento. Quiero desde aquí dar las gracias muy especialmente a nuestros dos grandísimos amigos-hermanos, Alicia y Manolo, por habernos acompañado una vez más y durante tantísimos años en nuestra estancia en esa Terra Meiga, porque sin vosotros nada habría sido igual. Os queremos. Han sido unas vacaciones estupendas y para muestra, un botón:


En el Monte do Gozo


Plaza del Obradoiro


Arqueros en la Feira Medieval


Torneos varios en la Medieval


Fotografía tomada en Las Fragas del Eume


Desde el interior del monasterio de Caaveiro


Perspectiva del Pazo de Villamarín.



Algunas fotos curiosas