Quiero algunos buenos amigos que sean tan familiares como la vida misma; amigos con los que no haya necesidad de ser cortés y que me cuenten todas sus dificultades; amigos capaces de citar a Aristóteles y de contar cuentos subidos de color; amigos que sean espiritualmente ricos y que puedan hablar de obscenidades y de filosofía con el mismo candor; amigos que tengan aficiones y opiniones definidas sobre las cosas, que tengan sus creencias y respeten las mías.

martes, 31 de mayo de 2011

Con tierra hasta los dientes...


Actualmente la tarea de cálculo de la cota de un punto y su localización geográfica en estudios topográficos se ve enormemente facilitada por el uso del GPS, instrumento que nos proporciona con precisión las coordenadas de cualquier punto sobre la superficie terrestre mediante la utilización de satélites.
En cambio el método clásico para efectuar levantamientos topográficos es mucho más engorroso y complicado ya que se utiliza una estación total que ofrece precisiones angulares de 2 segundos sexagesimales suficientes para un levantamiento a escala 1:500. Con ella se observa una poligonal encuadrada, apoyada en la Red Geodésica Nacional, desde los que se efectúa la radiación de los puntos a levantar.
Esto quiere decir que el topógrafo se sitúa en un punto de referencia con su trípode y el ayudante con la lente tiene que ir moviéndose a lo largo y ancho de la parcela para verificar las dimensiones exactas de la propiedad.

Me pasé gran parte del domingo subiendo y bajando laderas con la lente a cuestas. Para alguien como yo que no está habituada a hacer ejercicio físico supuso un esfuerzo considerable sobre todo teniendo en cuenta que 20.000 m2 para segregarlos en 4 parcelas suponen muchos puntos de referencia. Acabé con tierra hasta en los dientes. Hoy tengo agujetas hasta en el carnet de identidad, pero me siento eufórica. Por fin va tomando forma el proyecto, dentro de nada comenzarán los movimientos de tierra y a la vuelta de las vacaciones entramos a saco con la edificación.

Quiero aclarar a todos los amigos que suelen pasar por este espacio, a todos aquellos que sigo desde siempre y a los que ultimamente he descubierto, que estoy deseando volver a regularizar mis visitas a vuestros espacios y la publicación en el mío propio.
Hasta el día 24, que es cuando me marcho fuera de vacaciones y estando las cosas ya encauzadas, espero volver a disponer del tiempo libre que necesito como agua de mayo para compartir con todos vosotros.



jueves, 19 de mayo de 2011

Una constitución que se incumple todos los días.


De repente los jóvenes se convierten en peligrosos antisistema.
Los mismos que llevan meses repitiendo en sus mítines que una sociedad no puede tener a la mitad de su juventud sin derecho al trabajo. Los mismos que usan a los jóvenes como arma arrojadiza para arañar unos votos. Los mismos que critican el pasotismo de las nuevas generaciones. De repente se ponen muy nerviosos cuando esos mismos jóvenes salen a la calle a reivindicar sus derechos. De repente aquellos pasotas están vivos. Les dio por salir de casa y contar en la calle lo que contaban en su twitter, por escribir en pancartas las frases que colgaban en su facebook.
Ya ven, los defensores de los gurtell, de los imputados por corrupción, de los que han asaltado los presupuestos públicos, los protectores de los que cometen cohecho. Esos, son los mismos, los mismitos que llaman antisistemas a los acampados en la puerta del Sol, que no han hecho otra cosa que recordar los artículos de la constitución española. Una constitución que no es la más democrática del mundo, de hecho deja la Jefatura del Estado vinculada a una monarquía y no a los votos, pero que en el terreno social es una constitución que se incumple todos los días.



martes, 17 de mayo de 2011

Dos tickets al pasado.



La memoria es como un gran depósito de recuerdos que funciona de manera increíble. Podemos reaccionar con una rapidez enorme o quedarnos en blanco con una tontería que no somos capaces de recordar. A veces queremos hacer el esfuerzo titánico de recordar el timbre exacto de una voz, aquel número de teléfono que en su día marcamos decenas de veces, o los apellidos de la compañera de pupitre de 6º curso, y oye; que no hay forma.
Otras veces, sin proponértelo, te llegan en cascada y con una nitidez que encandila imágenes de personas y situaciones tan añejas como conocidas, que hacen que revivas momentos, que por lejanos, habías olvidado completamente.
Esto último lleva ocurriéndome dos noches seguidas.
No tengo idea de qué es lo que dio pie a que soñara con gente que hace 20 años que, ni veo, ni he tenido contacto alguno durante este tiempo. Compañeros del Hospital con los que me relacionaba a diario y con los que compartí muchas guardias, muchas historias y mucha camaradería.
Yo, que nunca he sido de juergas ni saraos, que siempre que se organizaba un asadero, una cena o una salida, directamente me iba por peteneras, vine a soñar con la única noche que acepté la invitación de ir a la casa de campo de uno de los enfermeros, en la que habían organizado entre todos una fiesta que resultó ser la bomba y que duró hasta el día siguiente. Dios! fue fantástico volver a verlos a todos, volver a esa dimensión.
La segunda noche la regresión fue más allá, a mi niñez, a la temporada de verano en la que mis padres alquilaban una de las tres únicas casas que por entonces había en aquel lugar practicamente virgen. Solo mar, arena, silencio, y las cuatro familias que allí nos reuníamos años tras año.
Eran días en los que daba mordisquitos a la naturaleza salvaje, a la libertad, mordisquitos chiquitos para que durara más tiempo, para que nunca acabara. Fue una época muy feliz. Vover a escuchar el rumor del mar en soledad, en aquella playa que hoy día es un importante centro turístico, volver a situarme en aquella orilla desierta fue un regalo para mi espíritu, un bálsamo para mis cinco sentidos.

Es todo tan lejano y tan cercano. La distancia, como todo en la vida, es una cuestión relativa. La distancia es un gran procurador de sinceridad, una inspiración, un generador de sentimientos y se mantiene por la esperanza de que algún día dejara de serlo.

- La imagen que encabeza el post es justamente de la noche a la que hago referencia. ¿Sois capaces de reconocerme? Casi no lo hago ni yo...




martes, 10 de mayo de 2011

La superpandi.


Desde hace algunos fines de semana vengo observando en la playa una actividad que me preocupa. Coincidiendo con la bajamar, un grupo de cinco o seis personas de origen oriental se están dedicando a esquilmar la población de cabosos que desde siempre ha campado a sus anchas en charcos y litoral rocoso, no en vano es su hábitat natural, y digo bien esquilmando, porque son bolsas enteras las que recolectan, kilos y kilos que serían suficientes para llenar el buche a una comunidad entera de vecinos, o quizá, llenar la nevera de alguno de sus restaurantes.
La primera vez que me dí cuenta de que no era carnada para la pesca lo que buscaban, sino cabosos, me quedé desconcertada, pero es que aluciné en colorines cuando pasaron delante de mí portando cada uno aquella bestialidad de pecesillos.


Esto irremediablemente me recuerda al expolio del atún.
A los túnidos no los ven los niños en los delfinarios ni en el zoo, a la gente le importa un carajo, y además España tiene la mayor cuota de pesca de atunes existente en la comunidad europea. No la engullimos nosotros ni hartos de sake, pero da igual. El negocio lo mueven cuatro listos y la gente que trabaja en eso no llega a dos mil quinientas personas, aunque eso sí: nueve de cada diez piezas terminan en Japón, donde se pueden pagar cantidades astronómicas por ejemplar. Cómo no lo van a exterminar, primo. Todo esto, después de una matanza larga y sistemática realizada con absoluta impunidad y con la complicidad activa o pasiva- por amor al arte- de las autoridades españolas de Pesca, Medio ambiente, Marina Mercante y otros organismos oficiales que llevan dos décadas mirando a otro lado, dejando arrasar la mar sin mover un puñetero dedo. Por no hablar de los ecologistas, ahora muy flamencos con el tema del atún, pero que hace poco tiempo, cuando algunos lo denunciaban alto y claro, solo tenían ojitos para las ballenas, que son más fotogénicas. Nuestros artistas atuneros, emprendedores, listos y con buena visión de futuro, empezaron, para guardar las formas y ante la sospechosa pasividad de las autoridades competentes, llamando al asunto criaderos y viveros. Choteándose de quienes sabían, y seguimos sabiendo, que el atún es un atleta de la mar que no se cría en cautividad. Y así, haciendo encaje de bolillos con la legislación europea, localizándolo con avionetas, cercándolo con tecnología ultramoderna, buscando cada vez más lejos y llevándolo en jaulas remolcadas a los lugares de concentración y matanza donde es imposible la reproducción y el desove, atiborrándolos de pienso y matándolos en masa cuando están gordos, cuatro linces se han hecho de oro mientras el atún se extingue sin remedio.
Pesca de vivero ha estado llamándolo la pandi del sushi y sus compadres: funcionarios de mariscada que ya con el asunto casi sin vuelta a trás, admiten, cuando se les da con el panorama en los morros, que bueno, que tal vez, que podría ser que las medidas de control en años anteriores fue poco estricta. Menuda tropa.
A seiscientos euros por el kilo de atún rojo que pagan en Japón, habrían sido capaces de exterminar a su padre si nadara.

Después de poner en conocimiento de la policía local el barrido de cabosos que hace este grupito cada fin de semana, aún estoy esperando alguna actuación. Mi próxima parada será el Seprona. A ver si éstos hacen algo.



jueves, 5 de mayo de 2011

Me siento un poco camello.


En un antiguo cuento sirio un mercader carga su camello para partir hacia la más importante feria de la comarca. El hombre está tan deseoso de hacer buenos negocios que va cargando al animal con cuanta mercancía tiene a mano. Sobre el lomo del camello enrolla primero dos enormes alfombras, luego una decena de telas bordadas, luego tres juegos completos de té de plata fina, pesados collares, brazaletes de bronce y espejos de nácar. Es una gran carga, pero como el camello, a pesar de todo, parece aguantar, el hombre sigue. Añade dos grandes sacos de grano de su mejor cosecha, dos fardos de té traídos de India y cinco kilos de harina de mijo que su mujer acaba de moler. El camello rezonga, pero el mercader se da cuenta de que hay sitio para colocar varias ánforas de miel de primera calidad extraída por él mismo de sus colmenas. Están ya a punto de partir cuando se levanta la brisa y lleva una brizna de paja hasta la cima de aquella montaña de mercancías, y entonces el camello, de golpe, se desploma. El mercader, enfurecido, toma aquella brizna de paja entre sus dedos y la sujeta clamando al cielo contra ella, asegurando que es la culpable de que su camello se haya desmoronado.

Me siento un poco camello. Demasiado cúmulo de cansancio psíquico, pensando siempre que soy capaz de soportar un poco más- pensando a menudo que "debo" soportar un poco más-. Hace tiempo que dejé de vivir en ese limbo en el que están las personas que la vida nunca ha tratado duramente, desde la muerte de mi hermano, en cuestión de minutos pasé a formar parte de esa otra enorme legión de ciudadanos que tienen la impresión de que la vida les echa un pulso permanente.
Noto el cansancio. Pesan demasiado los deberes y tienen poco protagonismo las alegrías que dan alas para vivir. Me pregunto si la brizna de paja no estará al caer.